martes, octubre 23, 2012

A PROPÓSITO DEL DIA DEL MÉDICO EN MÉXICO: MATILDE PETRA MONTOYA, LA PRIMER MUJER MEDICO EN MÉXICO.

Este día, que celebramos en México el día del Médico, le compartimos la historia de Matilde Petra Montoya quien es reconocida como la primera mujer médico en México.

Nació el 14 de marzo de 1857, desde pequeña hizo gala de su gran inteligencia, más siendo mujer su papá consideraba que el estudio no le serviría de gran cosa, se dice que aprendió a leer y escribir a los 4 años, y a los 13 presentó con éxito su examen para ser maestra de primaria, sin embargo debido a su edad no le servía mucho el título pues nadie le daba trabajo.

En 1870 después de la muerte de su padre, se inscribió en la carrera de Obstetricia y Partera, que dependía de la Escuela Nacional de Medicina, realizando sus prácticas en el Hospital de San Andrés. Más debido a carencias económicas, tuvo que cambiarse a estudiar a  la Escuela de Parteras y Obstetras de la Casa de Maternidad ubicada en las calles de Revillagigedo, un lugar en el que se daba atención médica a madres solteras.

A los 16 años, recibió el título de Partera y comenzó a trabajar como auxiliar de cirugía con los doctores Luis Muñoz y Manuel Soriano, con el propósito de ampliar sus conocimientos de anatomía, ya que sólo le habían enseñado lo relativo al aparato reproductor femenino, paralelamente y con sus ahorros, tomó clases en escuelas particulares para mujeres y completar sus estudios de Bachillerato.

Cuando cumplió 18 años se fue a vivir a la ciudad de Puebla, de dónde era originaria su madre.

En esa ciudad,  se hizo rápidamente de una numerosa clientela de mujeres debido a su trato amable  y  a que sus conocimientos de medicina eran más avanzados que los de cualquier partera, y en ocasiones más avanzados aún que los de muchos médicos locales.

Razón por la cual,  médicos envidiosos de su éxito orquestaron una campaña de difamación en su contra, publicando violentos artículos en los que convocaban a la sociedad a no solicitar los servicios de esa mujer poco confiable, acusándola de ser “masona y protestante”, situación que le llevo a irse a vivir a Veracruz por algún tiempo. 

Una vez de regreso en Puebla solicitó su inscripción en la Escuela de Medicina, presentó constancias de su recorrido profesional, cumpliendo con el requisito de acreditar las materias de Química, Física, Zoología y Botánica, luego aprobó el examen de admisión.

Fue aceptada en una ceremonia pública a la que asistieron el gobernador de la entidad, todos los abogados del Poder Judicial, numerosas maestras y muchas damas de la sociedad que le mostraban así su apoyo.

Sin embargo, los sectores más radicales redoblaron sus ataques, publicando un artículo encabezado con la frase: "Impúdica y peligrosa mujer pretende convertirse en médico".

La presión fue tanta que se vio obligada a dejar el estado de Puebla y trasladarse a la ciudad de México en dónde por segunda vez solicitó su inscripción en la Escuela Nacional de Medicina, siendo aceptada a los 24 años por el Dr. Francisco Ortega en 1882.
Esta decisión estuvo llena de críticas y desacuerdos por parte de múltiples personas; quienes apoyaban a Matilde fueron llamados "los montoyos".Las publicaciones femeninas y un amplio sector de la prensa la apoyaban, pero no faltaban quienes opinaban que "debía ser perversa la mujer que quiere estudiar Medicina, para ver cadáveres de hombres desnudos.

Se presentaron gran cantidad de percances durante su estudio en la Facultad de Medicina, días antes de los exámenes finales del primer año, varios docentes y alumnos opositores solicitaron que se revisara su expediente, objetando la validez de las materias del bachillerato que había cursado en escuelas particulares por lo que se le dio de baja.
Matilde solicitó a las autoridades que si no le eran revalidadas las materias de latín, raíces griegas, matemáticas, francés y geografía, le permitieran cursarlas por las tardes en la Escuela de San Ildefonso. Su solicitud fue rechazada, ya que en el reglamento interno de la escuela el texto señalaba “alumnos”, no “alumnas”.

Desmoralizada, y ante una inteligente opción, la joven escribió una carta al entonces Presidente de la República, general Porfirio Díaz, quien dio instrucciones al secretario de Ilustración Pública y Justicia, Joaquín Baranda, para que “sugiriera” al director de San Ildefonso dar facilidades para que Montoya cursara las materias en conflicto, ante lo que no le quedó más remedio que acceder.

Una vez concluidos sus estudios y realizada su tesis, Montoya solicitó su examen profesional. Pero se volvió a encontrar con el obstáculo de que en los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina se hablaba de “alumnos” y no de “alumnas”, por lo que le fue negado el examen.

De nuevo, envió un escrito al presidente Díaz, quien solicitó a la Cámara de Diputados se actualizaran los estatutos de la Escuela Nacional de Medicina, para que pudieran graduarse mujeres médicos. Pero los legisladores no estaba en sesiones y para no retrasar el examen profesional de la joven, el mandatario emitió un decreto para que se realizara de inmediato.


El 24 de agosto 1887, a las 5 de la tarde, Matilde presentó exitosamente su examen profesional, ante la presencia del general Díaz, de su esposa, Carmelita; damas de la sociedad, maestras de primaria, periodistas y amistades.

Al día siguiente, realizó su examen práctico en el Hospital de San Andrés y ejecutó en el anfiteatro las disecciones que le solicitaron, por lo que fue aprobada por unanimidad.

Y aún así, sus detractores dijeron que Montoya se había titulado por “decreto presidencial”.
Atendió dos consultorios médicos en los que atendía a todo tipo de personas cobrándoles de acuerdo a sus posibilidades económicas.
En 1925, junto con la Dra. Aurora Uribe fundaron la Asociación de Médicas Mexicanas, Montoya logró que el término de "partera" no fuese usado de manera despectiva.
 Precisamente por esto es que fue una de las mujeres más vitoreadas y de las que más se hablaba en esta época.
Sin duda una mujer que abrió camino, y cuya historia no debemos olvidar. 




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