Hay papalotes que parecen rehusarse a levantar vuelo.
No quieren alejarse.
El viento ayuda, pero algo los pega a la tierra.
Algo más grave que la gravedad.
Algo que quiere parecerse a la voluntad.
Una espera que se prolonga,
como un adiós inminente pero impronunciado.
Yo, que no te conozco, no me quiero ir de ti.
Yo, que reconozco tu silencio, aprendí a volar en él.
Hay papalotes que desaprenden a volar.
Les cuesta trabajo la distancia y el aire los lastima.
Hay papalotes que entienden de nostalgias futuras.
Hay papalotes que se pierden para siempre
en azoteas también perdidas.
Y hay papalotes que siempre vuelven.
Hay papalotes que se van para volver.
Hay papalotes que tienen que aprender a volar en cada vuelo.
Porque el cielo duele.
Esos papalotes vuelan para hacer volar.
Hay papalotes que son yo.
Hay papalotes que vuelan para aprender a regresar.
Y yo siempre regreso.
Algo más grave que la gravedad.
Algo que quiere parecerse a la voluntad.
Una espera que se prolonga,
como un adiós inminente pero impronunciado.
Yo, que no te conozco, no me quiero ir de ti.
Yo, que reconozco tu silencio, aprendí a volar en él.
Hay papalotes que desaprenden a volar.
Les cuesta trabajo la distancia y el aire los lastima.
Hay papalotes que entienden de nostalgias futuras.
Hay papalotes que se pierden para siempre
en azoteas también perdidas.
Y hay papalotes que siempre vuelven.
Hay papalotes que se van para volver.
Hay papalotes que tienen que aprender a volar en cada vuelo.
Porque el cielo duele.
Esos papalotes vuelan para hacer volar.
Hay papalotes que son yo.
Hay papalotes que vuelan para aprender a regresar.
Y yo siempre regreso.
Algo que quiere parecerse a la voluntad.
Una espera que se prolonga,
como un adiós inminente pero impronunciado.
Yo, que no te conozco, no me quiero ir de ti.
Yo, que reconozco tu silencio, aprendí a volar en él.
Hay papalotes que desaprenden a volar.
Les cuesta trabajo la distancia y el aire los lastima.
Hay papalotes que entienden de nostalgias futuras.
Hay papalotes que se pierden para siempre
en azoteas también perdidas.
Y hay papalotes que siempre vuelven.
Hay papalotes que se van para volver.
Hay papalotes que tienen que aprender a volar en cada vuelo.
Porque el cielo duele.
Esos papalotes vuelan para hacer volar.
Hay papalotes que son yo.
Hay papalotes que vuelan para aprender a regresar.
Y yo siempre regreso.
HERSON BARONA (@VIAJEROVERTICAL)
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