Una gran fiesta se organizó en el pueblo. La gente había dejado sus trabajos y ocupaciones de cada día para reunirse en la plaza principal, donde estaban los juegos y los puestos de venta de todo tipo. Los niños eran quienes gozaban más con aquella fiesta.
Tenía globos de todos los colores y formas. Había algunos que se distinguían por su tamaño. Otros eran bonitos porque imitaban a algún animal conocido o extraño. Grandes, chicos, vistosos o raros, todos los globos eran originales y ninguno se parecía al otro. Sin embargo, eran pocas las personas que se acercaban a mirarlos, y menos aún los que pedían uno para comprar.
El primer niño gritó: ¡¡¡Mira mamá un globo!!!
Inmediatamente fueron varios más quienes lo vieron y lo señalaron a las personas más cercanas. Para entonces, el vendedor ya había soltado un nuevo globo de otro color y tamaño mucho más grande. Esto hizo que prácticamente todo el mundo dejara de mirar lo que estaba haciendo, y se pusiera a contemplar aquel sencillo y magnífico espectáculo de ver como un globo perseguía al otro en su subida al cielo.
Al gastar gratuitamente algunos de sus mejores globos, consiguió que la gente le valorara todos los que aún le quedaban, y que eran muchos...
Te lo regalo, pequeño, le dijo el hombre con cariño
Pero el niño negro, de pelo corto y ensortijado, con dos grandes ojos tristes, hizo nuevamente un ademán rehusando aceptar lo que se le estaba ofreciendo. Extrañado el buen hombre le preguntó al pequeño que era entonces lo que lo entristecía. Y el negrito le contestó, en forma de pregunta:
Señor, si usted suelta ese globo negro que tiene ahí...¿¿Subirá tan alto como los otros globos de colores??
Entonces el vendedor entendió. Tomó un hermoso globo negro, que nadie había comprado, y desatándolo se lo entregó al pequeño, mientras le decía:
Haz tú mismo la prueba, suéltalo y verás como también tu globo sube igual que todos los demás.
Con ansiedad y esperanza, el negrito soltó lo que había recibido, y su alegría fue inmensa al ver que también su globo trepaba velozmente lo mismo que habían hecho los demás globos. Se puso a bailar, a palmotear, a reírse de puro contento y felicidad.
Entonces el vendedor, mirándolo a los ojos y acariciando su cabecita rizada, le dijo con cariño:
Mira pequeño, lo que hace subir a los globos no es la forma ni el color... sino lo que tiene adentro.
DESCONOZCO EL AUTOR
No hay comentarios:
Publicar un comentario